Etanol Mortis

 

 

 

 

 

Este libro no está dedicado a nadie porque no está vivo. Yo sí estoy dedicado a vosotros, a todos vosotros, amigos, que me dedicáis un poco de vuestra vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                              Yo sé que estoy vivo

                                                             entre dos paréntesis.

                                                                           Octavio Paz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ME mataré en tu rostro.

En tu ausencia de geometrías.

Con un solo pie de consistencia estaré

más pájaro.

Soy ficticio como la barba gaseosa 

de una tónica sin ginebra.

La realidad está en tu rostro.

Mi realidad.

Y en estado sobrio es cuando más bebido estoy.

Nunca vi

puertas entre el cielo y la tierra.

 

No tengo miedo, y ese es mi miedo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿BEBERTE o no beberte?

 Esa es la cuestión:

                                  que odio los dos casos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JUVENTUD. Bebiste 

con un kilómetro de lengua,

mataste a tu asesino

y ahora soy yo 

el que muero por ti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COMO en el amor,

cuanto más escribo de ti

más cerca de ti estoy.

Aunque en tu caso yo te odio

con la misma intensidad que tú odias

a mi padre.

Oh! Padre. Construiste para navegar

una balandra, 

pero tu mar fue tan pequeño

que solamente cupo en una copa de ginebra.

Encallaste, padre.

Oh padre!

Oh dolor!: hijo mío.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                            (En Mazarrón)

 

 

 

ME gusta beber al borde del mar

y sentir la ebriedad de sus movimientos.

Me hace sentirme sobrio. 

Entonces, bebo más para ganar elasticidad,

agitación: rimar con el mar.

Me encanta oír las olas cómo se enlentecen 

según bebes,

como si entraran cada vez con más respeto y sin querer

despertar al bebé que duerme 

en la cuna de cada oído.

Dicen que es por el efecto depresor del alcohol,

yo creo que se debe al efecto de fusionarse.

De hecho, no me sucede lo mismo en la ciudad.

Mi cuerpo es agua, el ron es agua, el mar es agua.

Todo es agua en esta

desconcentrada concentración.

Y algo te dice que es el momento de bañarse

y que es como regresar al vientre de tu madre.

Pero realmente nadie se acuerda de su estado fetal,

de sus experiencias intrauterinas

                                                       antes de nacer.

Creer es crear.

Sentir es crear.

Yo creo y siento que bañarme después de unas copas

es como estar en el vientre de mi madre.

Es lo que siento ahora, 

así que si lo siento así es porque ahora 

sí es así.

 

He creado la consciencia en la subconsciencia,

he crecido hacia detrás y hacia adelante:

le he dado más cuerpo a mi existencia.

 

Y luego dicen

que bebiendo alcohol se acorta la vida:

se acorta el tiempo,

no la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PORQUE me mantengo

en un arrepentimiento constante.

Porque estar arrepentido me hace

estar despierto,

abrir los ojos como dos rocas partidas.

 

No me arrepiento por lo que me das,

me arrepiento por lo que no me das.

 

Tus líquidos abrazos no son el camino.

Pero eres blando, dulce, hueles a hielo

a metáfora. Existes.

Como la noche, como el mediodía,

                          como las ventanas.

 

Ay Raúl.

Cuánto poco de dios has aprendido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANOCHE, sólo una copa: caída de estrellas.

Hoy feliz

las recojo por el campo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ESTHER, no te equivoques. 

Tú eres como yo 

y yo soy como tú.

 

Este es el problema:

que no me suelo equivocar 

al pedir en la barra

sobre tu (be)vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ERES fiel.

Pero no como los perros.

Tu fidelidad se basa en serme infiel

con otras bocas.

Ganas atractivo

porque estás en el mundo.

No me olvidas 

porque siempre me tuviste olvidado.

Porque tú no cambias eres fiel,

siempre eres como has sido.

Yo, en cambio,

te soy infiel porque no te olvido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ME vuelves salvaje, natural.

Destruyes mis neuronas, 

el pensamiento, la contemplación.

Sólo quiero estar vivo.

Pero no así, 

en tus manos de zoológico.

Pero sí así, 

con tu ranchera onírica.

Si quiero arder

me consumen las llamas.

Si quiero vivir

me consume el tiempo.

Mi elección no es otra más que la de no elegir,

pero no existe esa elección.

En la montaña y en el mar

me olvido de mí mismo.

Esa es mi tragedia.

Reconocerme todos los días.

Reconocer todos los días mi libertad.

La libertad no es libertad porque se piensa.

Sólo en el instinto está

la libertad. 

Por eso el futuro no se piensa, 

se intuye.

En el riesgo de no pensar está la libertad

y en la naturaleza la inexistencia.

Amo la naturaleza

y sólo allí soy feliz porque no estoy.

Pero la sociedad me hace volver a estar,

a estar presente. 

Soy, lo asumo,

pero me arriesgo.

 

No es más libre

quien menos se destruye.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BEBER perjudica seriamente la salud.

 

¿Y vivir?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                   (En contestación 

                          a un poema de otro bebedor:                                                                                                         Ángel Guinda)

 

PREFIERO vivir en un sueño mal atado

que en un sueño de mulo.

Qué se le va a hacer, querido Ángel Guinda.

Por mucho que lo digas en tus versos,

por mucho que lo intentemos,

nosotros no moriremos de pie

como mueren los árboles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS años pasan,

pero dicen que soy joven.

Llevan 34 años diciéndome que soy joven.

La juventud es otra cosa.

La juventud es ser el jinete de una campana escondida.

La juventud es mojarse las manos en un río 

y frotárselas, 

dura lo que tardan en secarse.

La juventud dura una mosca en el olfato.

 

Bebo buscando la juventud.

El alcohol envejece, dicen.

Es una juventud falsa, dicen.

La juventud es juventud y la euforia es euforia.

Da igual el mecanismo para llegar a ella,

si mirando por la mirilla de una almendra vacía

o pidiendo una copa más.

¿Quién es más feliz?

¿El ganador de una medalla de oro de cien metros lisos

o el ganador de una medalla de oro de una maratón?

Así es la vida.

Uno elige cómo llegar a lo que nadie elige.

La droga no es beber,

la droga es haber nacido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DIME adiós. Dímelo tú,

porque yo no puedo.

Pero qué digo,

tú tampoco puedes despedirte.

Eres una simple química, incolora,

embotellable.

Pero qué digo,

claro que puedo despedirme de ti, 

eres fácil, no matas, por más

que diga la sociedad que matas 

no matas, por eso no me despido de ti

porque morir lentamente no es morir, 

es vivir con el mismo paso que la vida

que también nos muere lentamente.

Pero qué digo,

sí hay una bebida que puede despedirse de mí,

sí hay una bebida que mata y la sociedad

se calla pesando el silencio como un

matacán abatido:

                                el agua. 

Todos estamos beodos por el agua,

así que todos sufrimos de dependencia.

Pero qué digo,

hay una diferencia:

el agua mata cuando no la bebes

y cuando la bebes te quedas igual

que sin haberla bebido.

 

Ah! Mundo! 

¡Que al menos esa dependencia

sea divertida!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MIRO el bosque

y ni el mejor ron me da

el inicio enzimático de las grosellas.

 

Pero no vivo en el bosque.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HE de dejar de volar,

para desear el vuelo no,

para simplemente dejar de volar.

 

Mira los árboles, Raúl.

Urge que los mires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MIS amigos también beben,

y me refiero a aquellos que tienen esta palabra bien soleada.

Pero David y yo no bebemos,

sentimos que bebemos porque sentimos

como bebemos.

Por eso se nos caen las palabras en los hielos.

Estamos desasistidos, somos flojedad de arena,

gorgonia somnolencia.

Pero somos ciencia para las gaviotas.

 

Sí,

ya he mirado los árboles, fijamente,

pero por más que los miro

no veo sus raíces.

 

En el mismo Bar.

A las viento menos cuarto 

quiero estar contigo, David.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                         

 

 

                           EN TU ROSTRO

 

No siento más que una piedra golpeada por otra piedra.

Dureza que mira la noche con serpientes provocadoras de cuellos en barro.

 

Miras todo con un giro de regadera,

giro girando cada vez más y más hasta donde todo gira no más que una brir lento de luna.

Luna trabajando algo de luz que duerme en un egoísmo de tus ojos.

 

Ojos tras de tras y tras que caen y caen

en una gaviota lejana que lleva tu profundo respiro hasta un no más de ti.

Que de ti buscas manos graciosas que enredas en tu cerebro.

Que oír tan a tan de tan sigo de tan en tan hasta la vértebra  que lleva jugadores de reír.

 

Cómo te digo que te quiero, si mi ahogo está en un pez

llenado de borrasca. Caldo muy húmedo y caído.

 

Qué novia más farola! Tensando mi última neurona!

Llenando de pendientes y pescados en peligro de mi ya oloroso en cuesta.

 

Todo ayer macerado en mí.

Hoy sólo levanto carátulas que recorren nubes sin porvenir.

Semáforos que indican reír y llorar 

al mismo tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                         (Día después)

 

 

ME duele la cabeza.

Me duele la conciencia de no tener conciencia.

El estómago me chilla.

                                       ¿Dónde estás?

 

Veo el mar, lo toco, lo huelo… Soy feliz

de tener cuerpo. De tener

inteligencia en el cuerpo.

De la otra inteligencia sobrante 

que se odia a sí misma porque se conoce,

porque tiene la inteligencia de ver sus propios

hechos,

pero no la inteligencia suficiente

para no ser inteligente.

Soy plenitud. ¿Por qué no me respeto?

La resaca es 

como dar un bofetón en respuesta a un beso.

Maldito ron y maldita ginebra.

Tenéis el humor del mundo y yo

nunca he sido serio.

 

No me dejes nunca, Esther.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                      (Día después)

 

 

TENGO sed, 

mi boca está llena de azulejos.

Pero me he desprendido tanto de mi cuerpo

que bebo agua

                            y siento asco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

          

 

 

                                                     (Día después)

 

 

ME has dejado en mi aliento,

me has dejado.

¿Me has dejado? No.

Me has dejado tu aliento en mi aliento, no,

mi aliento en tu aliento.

 

Vaya, esto no es un poema de amor,

pero lo parece.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                         (Día después)

 

 

ANOCHE dije muchas verdades.

Cuanto más bebo más se abre

la piña de la mente, su racimo de balcones.

Anoche te dije que te quería,

ciertamente,

como los guijarros clavados 

en tus pies desnudos.

Bien, mi voz me ha cubierto de hojas.

Sí sirve beber.

Calienta el amor, 

nos curva en la caracola del amor.

Decir es sentir porque es decidirse a decir algo.

Sí sirve beber.

Y si alguien dice lo contrario es

porque sus verdades son otras.

Pero hay que recordar

que todas las verdades sirven porque son verdad.

¿O acaso alguien puede vivir

creando vestidos para una sombra?

Sí sirve beber.

Beber no es algo falso.

Lo falso es nuestra mente o nuestro cuerpo:

que no nos sirve para beber.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                           (Día después)

 

 

NOS devanó ayer un diálogo

como a una rama quebrada.

Te bebíamos entre jureles de humo,

en una nocturnidad 

cada vez más gimnástica por el frío.

Pero tú nos alejabas del frío

con tu lánguida carátula calórica.

Ardíamos en ojos hasta

temporizarnos en el segundero de los iris.

Ojalá, deciás tú.

                          Ojalá, decía yo.

Pero ninguno de los dos nombró 

la palabra ojalá.

Y ya no hablábamos, palabrábamos.

Y pasamos de sentirnos a resentirnos.

Y la euforia era una fruta fresca muy discantada.

Y suavemente 

cayó hacia el suelo la invisibilidad magullada

que dejamos en el salón

después de las copas.

 

Esa es

            la intensidad que das.

 

Dicen que el amor se transforma en

una sencillísima narrativa.

Que la pasión se acaba.

Que se acaba la pasión 

porque la pasión se acaba.

¿La pasión se acaba?

¿No será la pasión por buscarla lo que acaba?

La pasión es un momento en un momento.

Puede que hoy te odie 

porque cuando se ama 

también se odia.

Puede que hoy necesite estar solo

en una música derrumbada y venosa.

Pero yo sí busco la pasión de apasionarte,

la pasión de carrillos flojos, la pasión

en la sin pasión.

A veces estando en la pasión te digo:

Mujer,

abrázame como una primavera retenida.

O te hablo de los montes que no existen

para que en ti sí existan.

La pasión no se acaba.

Por eso también bebo,

ese es el problema o la virtud.

Por eso también bebemos.

La pasión por beber 

nos lleva a la pasión por no beber. Pasiones.

Sus efectos producen una pasión,

su pasión produce unos efectos. Pasiones.

Lo importante:

estar bebido es la pasión por la ebriedad, no,

estar bebido es estar en la pasión.

La pasión es ebria no es sobria.

La pasión no es racional 

y beber tampoco.

La pasión no es racional y por eso bebo,

porque no razono.

La pasión no se acaba 

para los irracionales, no tendremos razón

pero la pasión no se nos acaba.

¿Y qué vida es mejor?

La racionalidad se pregunta estas cuestiones.

Yo sólo me pregunto una:

 

¿Cuánto tiempo me durará la resaca

y la aprensividad para poder amarla otra vez

como lo hice anoche en el salón?

 

ESA ES

              LA INTENSIDAD QUE DAS.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                           (Día después)

 

 

ANOCHE abrí 

la puerta de mi interior.

Saqué a mi alma.

A mi creencia única.

                                    

                     Anoche vomité.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CANSADO de tu sabor, de tu alegría,

de tu tristeza.

Pero sólo cansado

si es después de cansarme contigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


YA, para de contar, beber
es un cachorro deslizándose las cuestas
pero cansado.
Me voy, al olvido de las hojas,
donde no ser feliz ni triste.
Sólo ser, asomo de mi ser.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


SOY soy soy…
Eso es, demasiado soy.

Me encantaría beberme a mí mismo.
Vaciarme hasta el fondo de las copas

de los árboles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HE de decir
que toda mi piel era un campo de ojos abiertos
donde chocaba un viento helador.
¿O acaso no tienes el poder de darme
la soledad de un grifo?
Tú vas impregnando
como rodantes monedas por el esqueleto.
Sí, eres la voz de los mercados
pero también eres el sentimiento prenatal
de las esponjas olorosas.

 

He de decir
que diviertes al aburrimiento,
que sosiegas los empujones del color, que tocas
con deditos sosegados las tensísimas espadas
que atraviesan una ciudad,
pero también he de decir
que no sosiegas como un campo manchego
en donde vuela
un cernícalo hacia la belleza y en donde
en una encina solitaria pende y tiembla
un interrogante de luz.

 

He de decirte
que me construyes destruyéndome unas veces,
que me destruyes construyéndome en otras.
Una lluvia de charcos:
así suenan mis preguntas sobre ti.
Sobre por qué existes, sobre por qué tienes
al mundo a tus pies.

 

He de decir
que eres consecuencia de nuestra llamada por nosotros
evolución.
Certificas
que deberíamos habernos parado en el comienzo,
más,
que no tendría que haber más comienzo
que el de existir
porque el comienzo es preludio del fin.
Porque se trataba de ir al mismo tiempo que el tiempo
como las parejas que se dan la mano
con el mismo sentimiento
que el sentimiento de darse la mano.
Ahora existes, no queda otra:
huir de ti significa que existes,
no huir de ti significa que existes.
Estás presente siempre
nos guste o no,
porque un abstemio usa la negación
para no beberte, necesita decir no
para no beberte
pero necesita que tú existas para negarte.

 

No he de decir más.
Me das tu comienzo para darme mi comienzo,
me das tu fin para darme mi fin.
                                 Formas parte de mi ser.
Si te negara, negaría
parte de mi forma de ser.
Mejor muerto que mal bebido.
No huiré más de ti, lo que intentaré
será esquivarte pero no siempre.
Al fin y al cabo
no dañas más que el tiempo.

 

¿O no está siempre la vida
intentando esquivar el tiempo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Y por qué te buscó el hombre,
y por qué te encontró.

 

Estabas escondido en el mundo.
¿Te avergonzabas de ti mismo?
Preferiste quedarte en la uva,
latente como un sexo en la oscuridad.
¿Acaso no estabas ya en nuestro cerebro?
¿No permanecías ya en nuestro cerebro?
¿No es nuestro cerebro una lejanía indecisa?
¿Por qué el cerebro no se ocupa de sí mismo
y va más allá de sí mismo
sin respeto a sí mismo,
sin respeto a lo que piensa por sí mismo?
¿Acaso un árbol no piensa por sí mismo
y se aprieta en su madera para ser en sí mismo
y se retuerce en su madera para sacarse aún más de                                                                                     [sí mismo
y crecen sus ramas pidiendo paso al tiempo
con educada lentitud y así ganar esa identidad
que descontractura al mismo sol?
¿De dónde se sacó el cerebro el pensamiento?
¿Pensabas que pensabas?
¿Te creíste a ti mismo pensando?
¿Y no te has quedado ya solo en el pensamiento,
en su movimiento constante hasta oír
el gemido del vértigo,
hasta oír el gemido del gemido del vértigo?
Necesitabas el vino.
Para no pensar
o pensar como un domingo fuera del calendario.
Necesitabas volcar los árboles, besar
una valla helada,
hacer latiguillos con la geometría,
gritar impar en un colegio uniformado.
Necesitabas el vino
pero al final te quedaste también
pensando en el vino.
Pensar en la ebriedad no es menos triste
que una ubre tardía.

 

Así hemos llegado hasta aquí
porque así hemos querido.
Beber sin pensar es ser con más certeza
que beber pensando lo que bebes.
Y quien piense lo contrario
es porque solamente está pensando.

 

La naturaleza es intuitiva y por eso es perfecta.

 

Bella montaña,
eres mi única libertad desprovista de libertad.
Giras en mi corazón
los buitres últimos del atardecer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EN poca cantidad eres
una llave sin acierto en la boca de un pájaro.
Por eso no tienes término medio.
Eres un riesgo.
Tú no llenas como una costumbre en un espejo,
tú no rascas la piel del mar.
Tú haces aguadillas a los árboles.
Por eso cuesta encontrarte,
como si al cazarte fuera yo
un felino con neopreno.

 

Hay que beberte
metiendo un sol al fondo del vaso y
con la intención de conseguir dar
pellizquitos a los cristales.
Eres un riesgo en la palabra riesgo.
Es mejor no pensar para pensar en ti
y pensar en ti para no pensar en nada.
Así llego donde no llego
y me miro a mí desde sin mí.
Y me echo una siestita en la libertad
y sonrío como la hoja que
sabe que va a moverse por el viento
y no sabe cúando ni por qué.

 

No es un problema de beberte
en determinada cantidad
o si uno es alcohólico o no lo es
o si la humanidad se parece a la mujer de uno
o a la mujer de otro…
O si alguien tiene problemas de vivir
por haber vivido.
Mejor así.
Porque sólo es un problema de inquietud
en la inquietud,
de las personas que se sienten
como una trompeta envasada al vacío.
Y claro que es cierto que la existencia habla suave
y que la inexistencia contesta con nota de mudanza.
Esto ya lo sabemos. Sabemos tantas cosas…
Todo lo dialogamos.
A todo pájaro le ponemos un pie encima.
Es decir,
¿entonces por qué beber?
¿y cómo encontrarte
si no hay ningún método de encuentro?
Una bella mujer se ha asomado a la terraza,
¿y cómo sé que es bella?
¿y quién dijo que lo fuera?
¿y por qué uno teme y ama los silencios de un mar hacia un puerto lejano?
¿y cuándo la poesía se escribe a sí misma?
La vida es un tiempo al mismo tiempo
y se contesta contestando
y se la responde respondiendo.
La vida verdadera tiene la certeza de ser absurda.
Vivir es un riesgo hacia la muerte.
La muerte es un riesgo hacia la muerte. No tiene riesgo.
Todo aquello que vive, vive con riesgo
aunque no quiera.
Mejor será afrontar el riesgo con riesgo
o mejor dicho:
Siendo uno mismo con uno mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿QUÉ valor tiene beber?
¿Qué valor tiene no beber?

 

Los profetas están colgados por la soga de su aliento.
Las casas son compresores de ideas.
dios es la idea que comprime todas las ideas,
pero la idea de dios
es el cuenco del vacío, una mañana con un silencio
isquémico en los ojos.
Existe porque una de las características del humano
es hacerse preguntas y buscar respuestas;
como una de las características del guepardo es
correr tan rápido como silbar el pensamiento.
Las ciudades son la droga extraída del tiempo
que no existe y existe.
Llamamos tiempo a la muerte
porque la muerte nos finaliza.
¿Pero el tiempo existe?
Si existe el infinito no existe el tiempo.
Si el tiempo existe no existe el infinito.
¿Cómo creer en la una o en la otra
si no sabemos si creer en la una o en la otra
porque ni siquiera sabemos lo que es la una y la otra?
Ponemos nombres a cosas innombrables.
El mundo nos nombra a nosotros
no nosotros al mundo.
Beber o no beber no es importante.
Es tan poco importante como decir
que beber o no beber no es importante.
Realmente me gusta beber como no beber,
pero no me gusta beber
no porque no me guste beber
sino por miedo a la muerte.
Realmente la muerte es la que me inventa la existencia,
por eso nos atrae la muerte.
Por eso un alpinista se hace viento,
se deshace en hilos de viento
y se regocija
ante la formación de vaho en su alma.
Y si no mirad el rostro de Reinhold Messner
cómo aflojó al cosmos de sí mismo de tanto mirarlo.
Por eso también nos atraen las drogas.
Pero hay una droga
mucho más aceptada que beber,
que nos deshace como una rama podrida,
que nos roba la existencia como los puentes nos roban
los pies de la tierra:
                                   La ciencia.

 

Yo soy ateo,
ateo de dios y de la ciencia;
porque cuando decimos ciencia estamos nombrando
a otro dios
con otro nombre
llamado ciencia.
La ciencia es un caballo con tupé, es
una polilla en un visillo,
en la ciencia un topo se ha metido en un bolígrafo,
se alimenta de un bocadillo hecho de ángeles muertos,
la ciencia trabaja como un bululú con la lengua atada
por cinco calambres de Kafka.
Más es mejor, dice la ciencia.
Yo vivo más años por la ciencia, pero vivir más años
no son años de vida, son años vividos por mí
y hablamos de la vida.
Hablamos de sostenibilidad.

 

(En el río las piedras se redondean para sostener
las curvas del agua; yo quiero meter la mano en esa agua
para redondear mis manos y así darte
una caricia de estrellas vestidas.
La noche adoba el lago, un bosque cuelga sus lencerías
al amanecer:
tú y yo en la respiración del agua,
numerando domicilios por el cuerpo,
abrazados como al caer
por una montaña sin nadie.)

 

Vivir en la vida
y no por encima de ella
como un pájaro sordo y ciego.
Beber o no beber existe al mismo tiempo que yo.
Tiempo o no tiempo da igual:
beber soy yo con más líquido
y no beber soy yo con menos líquido.
Existo con mi existencia.
Soy en mi soy.
El ron es una mariposa en el agua.
No puede volar
pero es una mariposa.
La ciencia es el sueño de Chuang Tzu:
que no sabía si soñaba ser una mariposa
o si era una mariposa soñando ser Chuang Tzu.
Elegir beber o no beber no es una elección
ni es la duda de Chuang Tzu,
es simplemente vivir eligiendo,
y da igual lo que elijas o si eliges,
fallarás de todas formas.

 

La diana de la muerte es siempre oscura.